Comienzo desde la pandemia
Cuando comenzó el autoaislamiento por la pandemia del COVID-19, leí mcuhas veces que "será tiempo para reinventarnos", "momento aislado para pensar", "será un especie de aislamiento espiritual para reencontrarnos con nosotros mismos", etc. Inclusive leí alguna comparación de este autoaislamiento con el autoaislamiento que el gran músico Beethoven tuvo que hacer para ayudar a la sordera progresiva que estaba padeciendo y el autoaislamiento social a partir de la intensificación de la sordera. Todos estos comentarios no los leí de amigos cercanos, sino de personas que tienen desarrolladas avanzadas capacidades intelectuales, personas que sigo en Twitter que se dicen músicos, escritores, ctíticos de arte, periodistas, etc. Creo que es muy bueno tomar un momento de escasez de libertades andantes en una oportunidad para admirar y contemplar el paisaje de nuestras mentes, pero no todo es tan maravilloso como el surrealismo intelectual lo pinta.
Sistema frágil
A pesar de que nos consideramos una sociedad avanzada, pues tenemos tecnología, democracia, conocimiento e información; no podemos tener estabilidad social y esto tiene que ver con el sistema en que está basada la sociedad.
La competencia es algo natural del ser humano, o al menos eso está en nuestra sique social. Debemos ser los primeros sin importar que destrocemos y dejemos morir de hambre a los que compiten directamente e indirectamente con nosotros. Procuramos ser más listos o pasarnos de listos, puesto que si no lo hacemos demostraría nuestra debilidad y por lo tanto sederíamos nuestra posición en la competencia. Buscamos obtener los estandares de la certificación social, como son los certificados educativos, los ascesos y reconociemientos laborales, los bienes inmobiliarios, autos, lo último en comunicación, etc. Sufrimos y nos desgastamos para obtener la gratificación del premio, el certificado y el reconociemiento social, que de una u otra forma se obtienen, como en los videojuegos simplones que abundan en los dispositivos móviles. Nos olvidamos de ser humanos y nos revelamos como seres impulsados por las fuerzas místicas del mercado y la competencia, nos vendemos en la bolsa de valores sociales y vendemos a otros en la misma.